¡Hola! Me agrada que el blog siga teniendo visitas, así que compartiré por aquí algunas de las columnas que publico en otros sitios.
Al revisar unos guiones radiofónicos, hechos por los
participantes de un taller de radio, al cual fui invitado como tallerista,
encontré que la mayoría de los escritos contaban con la generosa colaboración
de ChatGPT.
Comencé a sentir curiosidad por lo bien redactados que
estaban los guiones, sobre todo uno en particular. Párrafos cortos y bien
estructurados, con más puntos seguidos que comas y con los signos de
interrogación y admiración completos. No eran perfectos, pero sí extrañamente
buenos para jóvenes entre los 18 y 25 años que por primera vez hacían este
ejercicio.
Hasta ese momento, pese a ciertas señales de un posible plagio, lejos estaba de imaginármelo. Tal vez mi escaso conocimiento en los usos de las inteligencias artificiales, y el hecho de haber subestimado un copie y pegue para esta tarea, hicieron que mis dudas sobre la originalidad de los escritos fuesen minúsculas.
Pero todo cambió cuando entregué la retroalimentación de los
guiones. A los grupos que participaron, les escribí por WhatsApp felicitándolos
por su gran trabajo y por aplicar los consejos dados durante el taller. La
mayoría de los grupos respondió a mis felicitaciones con gran satisfacción y
reaccionando con emoticones o stickers, excepto uno. La respuesta de este
excepcional grupo fue una lacónica, pero reveladora frase: vale gracias.
Ese «vale gracias», me recordó la escena donde Watson, en
Sherlock Holmes 2, descubre al asesino en el salón de baile. Tras derribar de
forma deliberada una bandeja con copas de champán, Watson observa con atención
al único hombre de la sala que no desvió su mirada en dirección a las copas rotas.
—El asesino tomó precauciones para no delatarse… — comenta
Sherlock Holmes en una escena simultánea a la del salón de baile.
—Podría no ser tan obvio, continúa Holmes — un tic nervioso,
señales de ansiedad. O tal vez sea lo opuesto: olvidar actuar natural. Un actor
tan inmerso en su papel, que la única característica que no exprese sea una
reacción espontánea.
Luego de consultar a un amigo sobre cómo saber si alguien
estaba usando ayuda extra en sus escritos, me recomendó un detector de ChatGPT
que podía encontrar en internet. Al pasar los guiones por el detector, el
resultado fue bochornoso. Más del 87 % del contenido de los textos había sido
generado por una IA.
Sentí un leve enojo por el tiempo que invertí revisando los
guiones, pero ni el fraude, ni el hecho de que hubiesen pretendido engañarme,
me molestó. No es la primera ni será la última vez que alguien decida utilizar
un contenido ajeno, y luego lo haga pasar como propio. El plagio está mal y se
debe reprochar y castigar. Pero, como diría una frase popular, «por ahí no van
los tiros».
Lo que experimenté tras lo sucedido fue más bien desazón,
desazón de corroborar que día por día ya nadie quiere imaginar. Y no solo son
los jóvenes, los más grandes también andamos en esas. O estamos muy saturados,
o muy vacíos, que hemos decidido de manera paulatina huir de cualquier esfuerzo
que implique pensar.
Nos conformamos con ese lenguaje soso, reiterativo y simplón
que a diario se nos impone, y que, como buenos vasallos, aceptamos sin mayor
protesta. Estructurar palabras o sonidos de tal manera que nos permitan extraer
la belleza habitada en ellas, nos abruma, nos molesta. Siempre jugando a lo
seguro, a lo fácil, aplicando la ley del mínimo esfuerzo.
Viene bien para este momento, lo dicho por Estanislao Zuleta
en su ensayo Elogio a la dificultad [1]:
«Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades».
Hace poco vi en YouTube el Tiny Desk de Ca7riel & Paco
Amoroso, dos músicos argentinos, que me voló la cabeza. Dos tipos, acompañados
por un grupo de músicos estelares, interpretaron una serie de canciones con una
cantidad de ritmos entremezclados, letras sensuales y extravagantes, y un solle
brutal. Una locura que dura aproximadamente 17 minutos, y que quizás sea uno de
los mejores productos audiovisuales del 2024.
Al verlos, pensé en lo importante de su existencia en un
mundo como este: plagado de frases hechas, de sonidos y mezclas predeterminadas
y de inteligencias artificiales escribiéndote qué decir. Se necesitan muchos
como Ca7riel & Paco que quieran arrojar la bandeja al suelo, y que con el
ruido de las copas le hagan saber a la gente que está viva, que se vale
innovar, que el miedo a la experimentación y al raciocinio solo es propio de
seres inseguros y limitados.
[1] Zuleta, Estanislao. (2017). Elogio de la dificultad y
otros ensayos. Editorial Planeta. https://www.planetalector.com.co/usuaris/libros_contenido/arxius/44/43162_1_Elogio_de_la_dificultad_contemporaneo.pdf
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